“Disfrutar del camino”. Ese suele ser el consejo más habitual para una banda o artista que frecuenta aquello a lo que llamamos éxito (conciertos con todas las entradas vendidas, multitudes festivaleras adorándote durante 70 minutos o canciones convertidas en himnos de entrega y desahogo). Algo que es muy difícil llevar a la práctica por esa gran responsabilidad que conlleva todo gran poder, y por ese extraño miedo a explorar en otros lugares cuando ya has creado una fórmula, a priori, infalible.
Viva Suecia publica El amor de la clase que sea, un cuarto disco (el primero junto a Universal Music) que es un viaje de 11 canciones por ese camino disfrutado. En el trasfondo de estas nuevas composiciones brillan la amistad, la complicidad y la valentía; y esas han sido las motivaciones que provocan un salto admirable: Reconocer que si el tiempo y la experiencia cambian y hacen madurar a los seres humanos, Rafa Val, Alberto Cantúa, Jess Fabric y Fernando Campillo pueden permitirse evolucionar, experimentar y jugar con otras influencias, sonidos y formas de trabajar.
“Cuando nosotros nacimos como banda escuchábamos otras cosas, y para nosotros poner las guitarras demasiado bajas le quitaba emoción a las cosas. Hasta que nos dimos cuenta que esa emoción tenía un equilibrio distinto, y se puede conseguir de otras formas. Al final cuando tocábamos en acústico, donde la voz estaba mucho más presente, las canciones cobraban una dimensión distinta. Nos costó tres discos entenderlo”, explica Rafa.
Este salto definitivo nace de la vuelta a los orígenes que supuso para muchas bandas el parón de la música en directo en 2020. De la necesidad de compartir y crear nace toda esta historia: “Llevábamos ocho meses sin coger una guitarra y decidimos irnos a una casa rural en Riópar, Albacete. Allí montamos un local de ensayo en el salón y durante una semana hicimos canciones sin una finalidad clara. Volvimos un mes después, y allí nacieron “La voz del presidente”, “Parar la tierra” y otras tantas. Regresamos el año siguiente y compusimos un montón más. Por eso el disco no tiene un concepto, son canciones muy distintas que cada una por sí sola nos decía algo especial”.
No nos confundamos, porque explorar nuevas vías no supone en absoluto renunciar a lo ya construido. Este nuevo trabajo de Viva Suecia lo retoma en donde lo dejaron títulos como “Lo que te mereces”, “Amar el conflicto” o “Algunos tenemos fe”, evidentes evoluciones respecto a sus primeros temas. Solo hay que verles en directo para saber que estas nuevas canciones te acompañarán en los nuevos recuerdos que construyas, se te agarrarán al corazón y estallarán con júbilo o emoción desde tu garganta.
“En El Milagro ya intentamos hacer un disco distinto, pero todavía teníamos ciertas ataduras estilísticas y mentales, éramos nuestros propios censores. Queríamos llegar a un sitio en el que necesitábamos ser más libres, pero aún no estábamos preparados, así que echábamos el freno y subíamos el volumen de las guitarras”, confiesa Rafa.
La primera canción divertida de Viva Suecia y otras sorpresas
Una de las mejores muestras de este paso adelante es “El bien”, que abre el disco y pone en práctica esas influencias adquiridas por el camino. Al escucharla asoman nombres como Bruce Springsteen o The War On Drugs, demostrando cómo la banda sale de su zona de confianza para ir a por una canción luminosa, expansiva y potentísima, coronada por un saxofón (interpretado por Luis Mari Moreno, El Pirata de Late Motiv) que la lleva a otro nivel en cuanto a evocación y disfrute.
“Es la primera canción divertida que hacemos en nuestra historia, y queríamos que fuese así”, afirma Rafa, a la vez que desvela: “Queremos demostrar que somos muchas más cosas. La buena relación que sostiene la banda, las bromas que hacemos en la furgoneta, eso nunca había estado presente en nuestros discos, era una cara que nunca mostrábamos”.
Cuando llegues a “Hablar de nada” te encontrarás con una joya que crece en intención y belleza a medida que avanza. Es una canción que de primeras puede parecer sencilla, pero detrás conlleva una preciosa complejidad que suma nuevas sonoridades a la banda (los sintetizadores y la cadencia la acercan bastante al New Wave) y de, alguna forma, amplía su capacidad para conmover. Y hasta aquí solo se llega experimentando y dejándose llevar.
“Hay teclados que sustituyen guitarras, armonías vocales, nuevas estructuras, sonidos de guitarra, baterías, percusiones, vocoders… Nos hemos permitido mucho”, cuenta el cantante a la vez que pone en valor el trabajo de sus productores, Santos & Fluren: “Han entendido hacia dónde queríamos ir y han sabido acompañarnos”.
El juego con los sintes también aflora en la vibrante “El mal”, la ya conocida “El rey desnudo” y en “Hacernos polvo”, que cuenta con la colaboración de Sergio Salvi (Delaporte) en los arreglos. Todas ellas demuestran que el cuarteto podría haberse conformado con emocionarte, pero la apuesta de este disco es la búsqueda de nuevas atmósferas y ambientes que sorprendan y evoquen nuevas sensaciones.
En este cambio de contextos también sorprende “Gracias”, un cierre intenso para el disco que se ensancha en el corazón, y está construida alrededor del piano.
Tres colaboraciones planteadas desde la admiración y la empatía
“La parte difícil” es una de las canciones más bellas de la trayectoria de Viva Suecia. Además de una letra y melodías sobrecogedoras, aquí hace su aparición Luz Casal. “Es uno de los grandes regalos de este disco y uno de los grandes hitos de nuestra vida. Buscábamos expresividad y soñando muy alto pensamos en ella, por su trayectoria, el respeto que inspira, y su forma tan única de contar las cosas. Y dijo que sí”, cuenta Rafa ilusionado.
En los meses previos al lanzamiento del disco ya escuchamos las otras dos colaboraciones del disco: “Justo cuando el mundo apriete”, cantada y además producida por Leiva (“en cuanto terminamos la canción pensamos en él”); y “Lo siento”, compartida con Dani Fernández (“nos contó lo que lucha por hacer la música que quiere y conectamos enseguida”). Los tres nombres invitados al disco nacen de vínculo natural, personal e instintivo, que nace de la admiración, la empatía y los bonitos valores de una profesión increíble, pero enormemente sacrificada.
Escuchando “El Bien”, “El mal” o ese santuario guitarrero llamado “Lo que queda de cariño” no solo aparecen referencias internacionales, sino que además se intuye cierta influencia del rock hecho en España y, de primeras, saltan nombres como Fito y Fitipaldis, Duncan Dhu, Quique González o la propia Luz Casal. Todos ellos tienen en común carreras prestigiosas construidas sobre el mayor de los poderes: Esas historias contadas (y cantadas) llamadas canciones, piezas de puzzle que encajan perfectamente en los recuerdos y vivencias de quien un buen día, sin esperar nada a cambio, las escucha y se las queda para siempre.
En los tiempos en los que vivimos, donde lo viral durante unas pocas horas parece ser lo habitual, se agradece un disco cocinado a conciencia. El amor de clase que sea aparece en el momento adecuado, tras mucha reflexión y una decisión importante para Viva Suecia: Quitarse los miedos para seguir siendo fieles a esa sinceridad que les ha hecho grandes frente al público. Una vez dado eso paso, ahora llega lo mejor. Es su momento para, finalmente, disfrutar de un camino lleno de conciertos que harán crecer aún más estas 11 nuevas verdades.
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